martes, 27 de noviembre de 2012

EL ROSARIO Y EL AÑO DE LA FE

El 11 de octubre comenzó el Año de la Fe, y como octubre es el mes del Rosario, comenzó con la gracia de la Madre de Dios. En efecto, el Rosario es una llave que nos abre la puerta de la Fe. En esta oración, María nos toma de la mano y nos introduce en los Misterios de la Fe. Nos enseña a seguir a Jesús en todas las situaciones de la vida y a confiar de forma incondicional en su palabra. Con el Rosario podemos, en este Año de la Fe, ser más conscientes que nunca de que pertenecemos a Cristo.
Joachim Cardenal Meisner relata así un encuentro con católicos rusos de origen alemán que, en 1975, realizaron un viaje turístico a la República democrática alemana y que por su paso por Erfurt volvieron a participar, después de treinta y cinco años sin hacerlo, en una Misa católica: “Después de la Misa, un señor del grupo me preguntó: ´¿Qué verdades de la Fe tenemos que transmitir a nuestros hijos para que alcancen la vida eterna?´. Yo quise darles a cada uno una Biblia y un Catecismo, pero él me dijo: `Llevar libros a la Unión Soviética es más peligroso que llevar armas´. Entonces le pregunté si podían llevar un rosario. Él respondió: `Como recuero nos podemos llevar un rosario, pero ¿qué tiene que ver eso con mi pregunta?´. Entonces le expliqué: `Al principio del Rosario cuelga un crucifijo, que es como un libro que nunca llegaremos a conocer a fondo. Con él rezamos el Credo, que es toda nuestra doctrina de la Fe. A continuación, le siguen las primeras tres perlitas. Aquí rezamos por las tres virtudes divinas: Fe, esperanza y amor: esto es toda nuestra doctrina de la vida. Después le siguen las cuentas de los Misterios de la vida de Jesús, que son, por así decir, Evangelios en escritura secreta o en braille, pues solo se pueden tentar con las manos y con el corazón; ningún servicio secreto puede descifrarlos. No es necesario creer y vivir más para acceder al Reino de Dios´. El hombre tomó el rosario en su puño y exclamó: ¡Tengo toda la fe católica en una sola mano!”.
Recemos con nuevo afán el Rosario y confiemos así a la Madre de Dios la renovación de nuestra fe. Ella nos ayudará a convertir la Fe en testimonio de amor vivo, porque la fe se evidencia en obras de amor.
(P. Martin M. Barta, Asistente Eclesiástico)

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